Fama versus Vocación: La idiotez virtual de nuestra época

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Muchas veces oigo decir a los jóvenes, e incluso a algunos niños, que quieren ser cantantes, artistas o deportistas para ser famosos. No dicen que cantan, bailan, escriben o practican algún deporte simplemente porque les gusta. Lo que pretenden es alcanzar esa intangible baratija que llaman “fama”. Semejante respuesta me recuerda la que suele dar la nueva generación de niños en Cuba, cuando alguien les pregunta qué quieren ser cuando sean grandes: Extranjeros, dicen. Hablan de eso como si se tratara del súmmum de una profesión. Las razones de ambas respuestas son, claro está, muy diferentes. Pero ambas reflejan el enorme desajuste de unos valores que hoy han degenerado hasta honduras casi sociopáticas.

En diferentes circunstancias de mi vida, recuerdo haber conversado con amigos o compañeros de escuela sobre lo que nos gustaría hacer cuando fuésemos grandes. Hablábamos de ser arquitectos, pintores, médicos, bailarines, psiquiatras, físicos… El eje de las conversaciones radicaba en cuál de esas carreras sería la más atractiva, cuál nos daría mayores oportunidades de tener aventuras, desafíos o creación. Yo misma atravesé muchas etapas. Desde la niñez hasta la juventud, soñé con bailar Giselle, diseñar edificios como Niemeyer o Le Corbusier, explorar ruinas milenarias, viajar a Marte, descubrir la cura de la esquizofrenia…  Nuestras conversaciones podían seguir cualquier rumbo, pero su esencia era la misma. Queríamos descubrir, investigar, renovar, lograr resultados novedosos, provocadores. Deseábamos dejar huellas en algún nicho de la ciencia, el arte o la tecnología, y llegar a territorios inexplorados… Ninguno de nosotros adujo jamás esa noción seudo-motivadora de la “fama”. Y estoy segura de que a ninguno nos pasó por la cabeza semejante tontería.  Entonces, ¿qué ha pasado con esos niños y jóvenes, que han optado por preferir la cáscara desechable de una dudosa popularidad?

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La verdadera vocación es un homenaje a la voluntad creadora y a las búsquedas personales. Requiere de esfuerzo y concentración, no de falsas poses o «selfies» ridículos.

Las señales apuntan a una dirección. Las nuevas generaciones están siendo seducidas por una oleada de superficialidad, generada por las redes sociales ante el descuido o la indiferencia de padres y abuelos… y también de las instituciones y los medios masivos de comunicación. Incluso si no se tratara de la mayoría, es evidente que hay un gran porcentaje de niños y jóvenes que padecen de una enorme (des)orientación profesional. ¿Cómo empezó esta distorsión de lo que debe ser una carrera? ¿Ocurre por igual en todos los países? ¿Acaso esta epidemia de frivolidad se debe también a la decadencia de los medios de prensa (incluida la televisión), donde algunos engendros o payasos de la vida pública reciben una excesiva publicidad, aunque sea negativa, gracias a las idioteces que predican o hacen?

¿Están las redes sociales engendrando una generación que admira a idiotas virtuales?

Sospecho que un niño o un adolescente sin la debida guía podría creer que la multiplicación de una imagen es sinónimo de algo positivo, cuando en realidad esta omnipresencia muchas veces no es más que la fácil repetición de la payasería o la estupidez supina. Una cantante disfrazada de mamarracho al estilo Lady Gaga, cuyos desaliños se reproducen hasta la saciedad, o un rapero asiático dando brincos tontos «gangnam style» como si montara a caballo, podrían parecer modelos dignos de seguir cuando más bien deberían dar vergüenza ajena.

Por desgracia, la extraña obsesión de publicidad que azota las redes –y que los medios masivos se apresuran a repetir, dejando a un lado su antigua labor de mediar entre la chabacanería y el buen gusto– ya han hecho mella en la cultura popular. Siempre existió una diferencia (y un margen) entre lo popular y lo culto, pero esta vez creo que hemos iniciado el descenso a un abismo que no tiene fondo. Lo más alarmante es que nadie parece interesado en buscar remedio a semejante caída. Tal vez hayamos llegado a la época que tanto temió Einstein, cuando dijo, hace casi un siglo, su premonitoria frase: “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá una generación de idiotas”.

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4 comentarios

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4 Respuestas a “Fama versus Vocación: La idiotez virtual de nuestra época

  1. eddy torres

    Estupendo

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  2. Excelente y muy oportuna nota, Daina. Merece ser compartida.

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  3. Puede que sean las redes sociales una de las causas, pero también aportan otras opciones. No es el arma el culpable sino quién la esgrime. En cuanto a la televisión sin duda transmite basura como ejemplo. Es un torrente de indicadores para los niños. ¿Qué tiene valor? Unas zapatillas, una mujer semidesnuda. Un tipo gritando obsenidades. Y gente «del pueblo» hablando de «su realidad». Los llamados realitys son una gran mentira. guionados, con dirección de cámaras desde todos los ángulos no muestran nada natural, todo está armado. Ver en la pelicula del Hubble a los astronautas comportándose como los malos actores de los Gran Hermano, fue chocante para mi. Y ese es el ejemplo a seguir. No importa lo que hagas, sólo ser famoso o mediático. Hace unos días, una chica envió una foto suya desnuda a un locutor de radio. Dijo que quería ser famosa. El tema es que hay productores fregándose las manos esperando personas que buscan cambiarse de sexo o hacer un video íntimo para lucrar con eso. Una pena.

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  4. José Astudillo

    En buena parte en desacuerdo… Las redes sociales son complemento no guia y solo la educacion de cada cual, partiendo desde su mismisima casa, influira en lo q es el buen gusto de cada cual, que por cierto es relativo, COMO TODO, NO??

    No por criticar a Lady Gaga, por extravangante que sea, sin olvidar que existe un publico objetivo que comparte su extravagancia, o al ASIATICO que criticas que es un muy buen bailarin o parece serlo, generaras educacion desde tu blog, sino lo contrario.

    No creo que estes acertada en tu analisis, pues es vago y superficial, no es las redes sociales, o la TV, probablemente son los educadores,empezando por los padres los que mayor responsabilidad tengan en todo este asunto.

    Saludos.

    P.D: Si el bueno de Alberto escucha, te iba a dar una regañá de las buenas

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