Hace once años publiqué un texto por el Día de los Padres en la columna que entonces escribía para El Nuevo Herald. Había intentado hacer un artículo sobre el significado de esa fecha, pero estaba lejos de mi padre y lo extrañaba demasiado para escribir una crónica fría y razonada.
Recordando lo que había significado él, y las historias que contaban otras personas sobre los suyos, salió un escrito que al principio no supe cómo clasificar. En aquel momento, Internet no era la red global que es hoy. Así es que el texto solo apareció en la edición en papel de aquel domingo.
En los días siguientes, recibí varias cartas de personas diciéndome que lo habían fotocopiado y enviado a sus padres que vivían lejos de ellos. Yo logré hacer llegar un recorte del periódico a Cuba, como único regalo que podía enviarle al mío en aquel momento; pero cuando hablé con él por teléfono me contó que le había gustado tanto que se lo había enseñado a mucha gente. Fue mi único consuelo.
Han pasado 21 años desde la última vez que pasé un Día de los Padres junto a él, pero este domingo lo celebraremos juntos por primera vez en dos décadas. Por este regalo que me ha hecho la vida, quiero compartir ese texto con ustedes. Quizás los lectores que en aquel momento me pidieron una copia, ahora puedan imprimirlo o copiarlo en su computadora para enviarlo por email a familiares o amigos. Por eso he preferido subirlo en un enlace.
Este es mi homenaje a todos los padres del mundo, especialmente al mío y a todos los lectores que también lo son. Donde quiera que estén, les regalo mi Padre Nuestro (Oración por el Día de los Padres).
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