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Pensamientos al vuelo sobre la escritura

Me han preguntado muchas veces por qué escribo. Y siempre he dicho que escribo para poder respirar, para darme el gusto de contarme ciertas historias que busco en los libros y no encuentro, para dar vida a esas tramas que rondan por mi mente y amenazan con ahogarme si no les doy salida. Pero mis razones no son las mismas que las de otros escritores con los que he conversado sobre el tema. Para algunos, es un placer; para otros, una eterna angustia. Sin embargo, por placentera que sea la experiencia, la verdadera escritura es un desgarramiento.

Escribir es un acto suicida, una entrega absoluta de la voluntad. Es una claudicación del yo ante esas criaturas –a veces quiméricas– que surgen de nuestro subconsciente. Es una amnesia milagrosamente sanadora que nos aleja del lugar y el tiempo en que vivimos para hacernos comprender mejor nuestro propio universo. Es también una aniquilación y una renuncia. La voluntad se transforma en decisiones que no nos pertenecen. Esas historias plagadas de elementos imposibles se convierten en algo más real que cuanto nos rodea.

El proceso creativo constituye la droga natural del cerebro. Es una sensación adictiva, especialmente si se ha practicado desde la infancia. No hay razón ni argumento que logren detener ese estado nirvánico. Para mí, al menos, escribir es el om del espíritu. Es la certeza de poseer a Dios.

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Dos entrevistas: «Un país es como una pintura. De lejos se distingue mejor.»

Comparto con ustedes dos entrevistas que me hicieron hace algún tiempo y acaban de ser añadidas a mi sitio Web. La primera fue realizada para la revista digital Relectura por Géyser López, escritor venezolano radicado en Canadá. La segunda, en inglés, concebida por Silvia Viñas para la sección «Hispanista» del blog Literari Uptown, se publicó en dos partes, aunque están reunidas ahora en un solo documento.

Ambas entrevistas contienen preguntas relacionadas con la creación y el enfoque de diversos temas en mis novelas. Acaban de ser colocadas en mi sitio Web, donde quedarán de manera permanente para consulta de lectores e investigadores, pero les dejo aquí el enlace a ambas.

I’d like to share with you two interviews I did some time ago and have just been added to my Website. The first was conducted by Geyser Lopez, a Venezuelan writer based in Canada, for the online magazine Relectura. The second one is in English. It was made by Silvia Viñas for the blog Literari Uptown. Originally published in two parts, they are now put together in one document.

Both interviews include questions related to the creation process and focus on various topics in my novels. They have just been placed on my website, where they will stay permanently for readers and researchers, but I’ll leave here a link to both.

DAÍNA CHAVIANO: «UN PAÍS ES COMO UNA PINTURA. DE LEJOS SE DISTINGUE MEJOR«, por Geyser López.

HISPANISTA: INTERVIEW WITH DAÍNA CHAVIANO, by Silvia Viñas

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Leyendo a Rosa Montero o el dulce masoquismo de la espera

ReyTransparenteNo es una de las escritoras que me haya influido ―la conocí demasiado tarde, después que salí de Cuba, cuando ya había publicado cinco libros―, pero desde que descubrí su prosa ardiente y precisa en ese clásico suyo de ciencia ficción que es Temblor, no he dejado de leerla con un fervor que no me avergüenza reconocer. Da igual que se trate de textos ensayísticos que de novelas, Rosa Montero es una de mis escritoras favoritas.

Sus dos últimas novelas ―que leí una detrás de la otra― no podían ser más disímiles: Historia del Rey Transparente, una dramática aventura medieval, y Lágrimas en la lluvia, un thriller futurista de ese género que, aunque sólo ha cultivado tres veces en su extensa narrativa, se le da tan bien: la ciencia ficción. Pocas veces he leído dos obras de un mismo autor que, siendo tan diferentes en su trama e intenciones, atrapen de manera tan absoluta.

En los últimos años he cogido la costumbre de demorarme leyendo los libros que me gustan mucho para que no se acaben tan rápido, porque siento que cada día escasean más los buenos libros. O al menos, los que me dejan satisfecha. Sin embargo, por mucho que intenté “ahorrar” esas dos novelas, que invitaban a ser saboreadas línea a línea, las páginas volaron bajo mis ojos sin que pudiera evitarlo.

Había guardado el ejemplar de Historia del Rey Transparente que la propia Rosa me regalara autografiado durante nuestro último encuentro en la Feria del Libro de Miami, hace ya un año. Casi siempre coincidimos en ferias o eventos literarios. A veces transcurren años entre uno y otro, pero cada vez que volvemos a vernos me da la impresión de que hace apenas unas horas que nos despedimos. Es como si retomáramos una conversación interrumpida en otra vida. Fue así desde nuestro primer almuerzo en Madrid… Esta vez, a la alegría del reencuentro, se sumó el regalo del libro y de su generosa dedicatoria. Rosa, con su infinita amabilidad de siempre, no permitió que yo lo comprara. Así, pues, me llevé ese tesoro a casa y comencé a leerlo de inmediato, pero no… Siguiendo mi perversa costumbre, lo dejé en un estante de la biblioteca para regodearme con la golosina que me esperaba. Lo miré semana tras semana, demorando el instante en que lo leería, saboreando la promesa de esa lectura con fruición casi masoquista, sin otra justificación que la de saber que ahora tenía un nuevo libro suyo que aún no había leído. Sólo me decidí a devorarlo cuando cayó en mis manos Lágrimas en la lluvia.

Pese a mis precauciones, leí la Historia del Rey Transparente sin poder detenerme, a ritmo de galope, como su inolvidable protagonista Leola, cabalgando entre nubes de polvo hacia una batalla. Terminé el libro como en un sueño, casi sin aliento. Y como atraída por la magia de algún fatídico anillo tolkiano, no pude evitar echarle una breve ojeada a la nueva novela, Lágrimas de lluvia, únicamente por curiosidad. Sólo quería saber cómo empezaba la historia, pues me había propuesto dejarla reposar varias semanas o meses hasta que volviera a sentir la necesidad de oxigenarme con una buena lectura. Craso error. No pude soltarla hasta el final.

Así, pues, me bebí ambas novelas en menos de lo que esperaba. Y heme aquí de nuevo, buscando desesperadamente otro libro que vuelva a dejarme esa sensación de eufórica exaltación. No quiero un texto pasable ni bueno, sino un libro mayúsculo, una historia cargada de potencia y enigmas, capaz de narrar la crueldad y las pérdidas con una belleza traslúcida; una novela que logre conectarme con lo más profundo de nuestra psiquis y nuestros deseos, mientras sus personajes se mueven por un pasado perdido o un futuro que quizás nunca llegue; un relato con alma y carne y delirio; un sueño vívido narrado con una prosa llameante y prístina, como esos que suele escribir Rosa Montero.

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