
Imagen: Cortesía de Juan Carlos Cuba Marchán
Acabo de leer un libro sorprendente: Autorretrato de un macho disidente (Ediciones Huso, 2017), del ensayista, profesor y catedrático español Octavio Salazar Benítez. Confieso que ni siquiera su irreverente título me preparó para lo que contenía.
Estructurado en breves capítulos, a partir de anécdotas y vivencias, su autor medita sobre lo que ha significado su ruptura paulatina con los moldes sociales preestablecidos, contra los cuales había estado lidiando desde su infancia, incluso antes de tener conciencia de ello.
El resultado es una especie de autobiografía afectiva donde, tras varios años de matrimonio convencional y un hijo, intenta explicarnos por qué no quiere continuar con esa vida en la que se siente restringido y enjaulado dentro del estrecho papel de lo que significa ser “macho” en una sociedad ahogada por tabúes.
Ya estoy en vísperas de viaje rumbo a la Madre Patria, como llamamos los cubanos al país que nos moldeó como nación en la época moderna, porque si en Cuba acostumbramos a decir que «quien no tiene de congo, tiene de carabalí», en referencia al ineludible mestizaje africano que corre por las venas de muchos cubanos que se consideran blancos, también sería bueno recordar de vez en cuando que allí «quien no tiene de gallego, tiene de catalán» o «quien no tiene de canario, tiene de andaluz», o cualquier otra mezcla alusiva a las diversas regiones de donde estuvieron llegando españoles para asentarse en la Perla de las Antillas, desde 1492 hasta 1959.
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