
Izq. a der.: Antonio Orlando Rodríguez, Chely Lima, Alberto Serret, Daína Chaviano. La Habana, 1985. (Foto: Sergio Andricaín)
¿Qué puedo decir cuando ha fallecido quien fuera parte indeleble de los años más intensos y creadores de mi vida? ¿Qué puedo añadir ante la pérdida de quien fuera mi amiga escritora más cercana –espíritu gemelo en sueños y fantasías literarias– durante las décadas más fructíferas y experimentales de nuestros veintitantos años, cuando estábamos en pleno período formativo y creador?
Ha muerto Chely Lima. Y nunca imaginé que tuviera que escribir estas palabras. Nacimos el mismo año, con escasos días de diferencia… ¡Éramos tan parecidas y, a la vez, tan distintas!
Y sin embargo, pese a los caminos y las experiencias tan disímiles que luego tuvimos, siento que la distancia no me separó nunca de la Chely que aparece en las fotos que nos tomamos una tarde, hace 38 años, frente al Hotel Tritón de La Habana, el día del cumpleaños de su pareja Alberto Serret, nuestro Leo aglutinador.



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