Es una epidemia. Y no se trata del coronavirus, sino de algo peor. La aprovechan los políticos, las campañas publicitarias, las personas a favor o en contra de cualquier causa (tierra plana, antivacunas, y otras idioteces parecidas). Sus portadores somos los ciudadanos del mundo industrializado que contamos con acceso libre a las redes, los de mayor poder económico en todos los continentes –aunque muchos se consideren pobres y explotados– porque transmitir el virus de la desinformación no está al alcance de ninguna tribu del Amazonas, ni de los aimaras o los uros que viven aislados en las alturas andinas, ni de los Masai que pastorean sus cabras en la estepa africana. Ninguno de ellos tiene acceso cotidiano a la tecnología para difundir bulos o noticias falsas.
Lo peor es que los ciudadanos más cultos y civilizados (y espero que capten la ironía) son sus transmisores voluntarios. Apretamos alegremente un dedo y, ¡pum!, ya está, compartimos el dato, el rumor, el chisme o el reporte que todos esperábamos o temíamos: «Lluvias torrenciales apagan los incendios en Australia». Y todos gritan de alegría y elevan loas al Señor. Sí, porque los individuos mejor intencionados son los primeros en compartir esa clase de información. No son los únicos, claro.
El caso Australia
La primera semana de enero de 2020, muchos portales y medios de prensa se dedicaron a reproducir fotos y videos donde bomberos y civiles bailaban bajo la lluvia, cuando ya nos habíamos horrorizado hasta el cansancio con las imágenes de indefensos koalas y canguros que se abrazaban aterrados en medio de los devastadores incendios que ya habían matado a casi 500 millones de criaturas en el continente australiano.

Las imágenes compartidas en enero de 2020 sobre los aguaceros torrenciales que llegaban para apagar los incendios de Australia eran del año anterior.
Lamentablemente esas imágenes de explosiva alegría bajo la lluvia correspondían al año anterior. Me cansé de señalarlo a quienes compartían indiscriminadamente la noticia. Algunos la eliminaban de su muro: una práctica que recomiendo. Otros, al parecer demasiado avergonzados para reconocer que se habían dejado engañar, la ignoraban y pasaban a hablar de otra cosa. Craso error. Porque seguir compartiendo una noticia que sabemos falsa es contribuir a seguirla propagando a sabiendas de que se trata de una mentira. Solo unos pocos medios en español, como el portal independiente Animal Político (México) o AFP Factual, aclararon que se trataba de un bulo.
La razón principal de la epidemia es simple: la gente no lee. Les basta con ver un titular para pensar que ya lo saben todo. Incluso los pocos que entran al texto para leerlo, no se fijan en la fecha en que fue publicado. Por eso es tan común que aparezca una y otra vez la noticia sobre la muerte de una figura pública que falleció años atrás.
En la mirilla: políticos, artistas y otras figuras públicas… nos gusten o no
Una de las causas que facilita la multiplicación de un bulo es que su protagonista es un político, un artista u otra figura pública que se ha ganado la antipatía o la desconfianza por diversos motivos, ya sean estos reales o infundados. Recuerdo uno de estos:
Es posible que la viuda de John Lennon sea una de las mujeres más repudiadas del planeta. Siempre se le ha acusado de provocar la separación del grupo musical más amado del siglo XX. No sé si es verdad o no (el propio Paul Mc Cartney dijo en una entrevista que, de todos modos, el grupo ya iba camino a separarse), pero lo cierto es que bastó ese titular para que las opiniones no se hicieran esperar: «Esa sigue acabando con los Beatles», «¿Y por qué ningún loco le mete un tiro a ella de una vez?», y otras por el estilo, creando un ambiente realmente peligroso para la seguridad y la integridad física de esa persona.
Ninguno de los comentaristas se había tomado el trabajo de averiguar que el sitio de donde salió semejante texto era «El Mundo Today», que se dedica a publicar artículos falsos por pura diversión.
Mucha gente se queja: «Pero ¿cómo voy a poder distinguir lo real de lo falso? Yo no puedo conocer todos los periódicos, ni los sitios web». Es cierto, nadie puede. Por eso hay que leer.
Solo necesité entrar al enlace para darme cuenta de que esa información no era cierta. Fue suficiente echar una ojeada a otros titulares de la página: «Baltasar abandona Los Reyes Magos para iniciar su carrera en solitario», «Astrónomos con el telescopio al revés descubren un planeta como la Tierra»… Luego escribí el nombre del portal en Google y apareció un artículo de Wikipedia que empezaba: «El Mundo Today is an online satirical newspaper published in Spain…» Y con eso ya estaba dicho todo.
Muchas noticias falsas también se comparten porque podrían ser posibles. Hace poco tropecé en Facebook con un titular que decía: Iglesias se compra un Porsche Cayenne diésel de 90.000 euros y 340 CV.
Conociendo ciertos datos sobre este personaje, pensé que podía ser verdad. De todos modos, siguiendo mi costumbre, entré al enlace para leer el artículo completo. Debajo de la foto principal había un texto de color azul intenso que aclaraba: «Este artículo no refleja la realidad en ningún caso. Se trata de un texto escrito por el Día de los Inocentes». Voilà.
Casos más peligrosos que tales chanzas son otros que atentan contra la reputación de personas inocentes. Eso fue lo que ocurrió cuando Dennis L. Turner, un oficial de la policía de la Florida, arrestó a una niña de 6 años.
Recuerdo la indignación generalizada que provocó esto, primero ante la estupidez del hecho en sí, y luego porque las fotos de la niña y del policía, colocadas juntas, produjeron de inmediato la única reacción –y quizás conclusión– posible: discriminación racial.
El problema es que la foto original de donde había sido recortada la imagen del policía acusado, decía: «Dennis L Turner, a la izquierda, con el jefe anterior John Mina, a la derecha«. Es decir, en todos lados se había compartido la noticia con la imagen del policía equivocado.

Foto original: Dennis L Turner, a la izquierda, con el jefe anterior John Mina, a la derecha.
Aunque tardíamente algunos intentaron defender al policía inocente, el mal ya estaba hecho: nadie quería escuchar. El oficial John Mina sufrió una andanada de repudio generalizado en la prensa y las redes, e incluso hoy siguen apareciendo videos y noticias acusándolo de racista.
Lo peor ha sido que un portal sobre asuntos raciales como The Ged Section, que había publicado un artículo donde aparece la foto de John Mina como si se tratara de Dennis L. Turner, nunca cambió la foto, ni siquiera sabiendo que era un error. En un tuit insertado antes del párrafo final, alguien aclara que se está señalando al policía inocente. Y si se pincha en el enlace del tuit, pueden verse un par de fotos de Mina, quien además es un oficial galardonado por su buen servicio. Pero ahí sigue el artículo acusador con la foto equivocada. Las redes y los videos no han cesado de reproducir la tergiversación que acusa a un oficial inocente, cuyo único delito fue haber aparecido en una foto con el verdadero culpable del atropello.
En el caso de las noticias falsas que se basan solamente en una imagen, resulta muy difícil disuadir a la gente de que lo que está viendo no es cierto, aunque el montaje resulte evidente. Los seres humanos somos animales visuales. Y nuestro conocimiento del universo nos llega a través de la vista, contrario a lo que ocurre con otras especies, que dependen más de otros sentidos como el olfato o el oído. Por eso es tan fácil dejarse engañar por una foto, sobre todo en esta época en que las imágenes pueden crearse, falsificarse o construirse artificialmente.
El congresista republicano Paul Gosar publicó en su cuenta de Twitter una imagen del presidente Barack Obama estrechando la mano del presidente iraní Hassan Rouhani, diciendo: «El mundo sería un lugar mejor sin esos dos tipos en el poder».
En realidad, la foto original era esta:
El Presidente Barack Obama estaba con el Primer Ministro de la India, Manmohan Singh. La foto está completamente trucada, incluyendo un cambio en las banderas del fondo.
Otras fotos falseadas, y ampliamente reproducidas como ciertas fueron estas:
En el caso de la familia Obama, se había usado una foto real para convertirla en otra supuestamente tomada durante su visita a Cuba, vistiendo ropas con la imagen del Che Guevara. No solo se alteraron las ropas, sino el fondo de la foto, para incluir un poster casi subliminal. En otra, varios políticos parecían rendir pleitesía a Putín cuando en realidad solo conferenciaban entre ellos. En cuanto a la de Hillary Clinton estrechándole la mano a Osama bin Laden, la foto verdadera era un encuentro con el músico indo-americano Shubhashish Mukherjee. La cuarta corresponde al presidente de Sudáfrica Jacob Zuma, que nunca bailó de la manera en que aparece en la primera foto de las dos que les muestro.
Falsas realidades
Existe otro tipo de falsificaciones: aquellas donde se muestran maravillas de la naturaleza, actos supuestamente arriesgados o exageraciones de eventos que, aunque ciertos, no ocurrieron de ese modo. Estos son algunos ejemplos:
No, no existe ninguna jirafa enana. Y tampoco el piloto de un avión se tomó una foto en pleno vuelo abriendo la ventanilla lateral. Y aunque se produjeron disturbios en París a finales de 2018, no había ningún fuego devastador delante del Arco de Triunfo. Tampoco se torturó al emblemático león de la Metro Goldwyn-Mayer para que rugiera frente a las cámaras. La foto original recogía el instante en que un león sedado pasaba por un escáner médico de TC (tomografía axial computarizada). El león se llamaba Samson y estaba gravemente enfermo. El animal fue operado exitosamente por doctores israelíes después de realizarle ese escaneo.
Y por dolorosa que parezca la imagen de un niño durmiendo a la intemperie, no se trataba de un huérfano sirio durmiendo junto a la tumba de sus padres, como afirmaban quienes la compartieron miles de veces. El fotógrafo Abdel Aziz Al-Atibi, de 24 años, tomó la foto de su sobrino Ibrahim el 3 de enero de 2014. Luego la publicó en su cuenta de Instagram, con el mensaje: «Algunos niños podrían sentir que los cadáveres de sus padres fallecidos los aman más que la gente con la que viven». Más tarde explicó: «Soy fotógrafo y trato de hablar sobre el sufrimiento. Mis exageraciones intentan representar mis ideas». Cuando se enteró de cómo se malinterpretaba la foto, subió otras de su sobrino durante la sesión de fotos, para demostrar que la escena era un proyecto de arte escenificado.
Otro tipo de fotos alteradas incluyen imágenes de castillos o construcciones humanas en sitios inaccesibles. Esta clase de fotos no son dañinas per se, pero alteran nuestra percepción real del mundo.
En el momento en que escribo este post, se está produciendo una de las pandemias más devastadoras de la historia: la desinformación sobre el coronavirus. Cada mañana amanezco con varios mensajes que dicen «Pásalo urgente», «Difundir de inmediato», y cosas por el estilo. Y estas frases no siempre pertenecen a quien envía el enlace, sino que están en el propio titular de la noticia o el video. En cuanto veo esto, las elimino, porque sé de inmediato que la información es falsa. ¿Cómo lo sé? Ahora les explico.
¿Por qué se difunden tanto las noticias falsas?
Los bulos se propagan con mayor rapidez que la información real porque han sido creados o diseñados para provocar una reacción emocional. ¿Un policía blanco que arresta a una criatura de raza negra? Eso es racismo. ¿Llega la lluvia por la que tanto hemos rezado para que salve a los koalas? ¡Aleluya! ¡Dios no podía dejar morir a tantos inocentes! ¿Comer ajo y secarme las manos con aire caliente puede matar el coronavirus? ¡Qué alivio! ¡Ya no tengo que temer al contagio!… Y todo el mundo a compartir alegremente la información sin averiguar más. Así de fácil.
Personalmente, desenmascarar algunos de esos fraudes no deja de provocarme un vago malestar. Por un lado, no me gusta quitarle el optimismo a nadie. Y por otro, parecer que defiendo a personajes que no me simpatizan se opone a mi propio instinto. Creo que nos pasa a todos. Pero precisamente por eso lucho por no ser cómplice de tales infundios.
Al ser humano le resulta muy difícil ir en contra de lo que cree o siente. Reconocer que nos hemos equivocado es un ejercicio de honestidad, de humildad y de sanación mental que no todo el mundo está dispuesto a afrontar. Existe una especie de barrera que nos impide aceptar públicamente que somos falibles… Tal vez por ello resulta tan liberador cuando se consigue.
¿Cómo detectar si algo que parece tan real es falso?
Primero, busque en sus emociones, tanto en las buenas como en las malas. Tenga en cuenta que no todos los bulos son pesimistas o alarmistas. Muchos acarrean información optimista. ¿Han contado la cantidad de veces que hemos descubierto la cura contra el cáncer? Por desgracia, el cáncer no se cura con zumos de jengibre, ni diluyendo bicarbonato en agua. Tampoco se ha creado ninguna vacuna universal contra ese azote porque para empezar el cáncer no es una sola enfermedad, sino un conjunto de ellas agrupadas bajo ese nombre debido a ciertas características comunes, como el crecimiento celular anómalo, provocado por un sinnúmero de causas y factores genéticos, orgánicos y ambientales distintos.
Pero la gente no aprende. Todos los años salen noticias sobre vacunas milagrosas y el ciclo de falsas expectativas se repite. Por esa razón recomiendo que cada vez que una noticia le provoque una felicidad o un optimismo sin límites, recuerde la frase «Demasiado bueno para ser cierto».
Lo mismo le advierto en caso contrario. Si se trata de una noticia que lo golpea o lo indigna de tal modo que ya quiere salir a la calle a gritar blasfemias y montar un escándalo o hacer una revolución, deténganse en seco. Es una señal de que probablemente lo están manipulando o tomándole el pelo. Alguien está jugando con usted. O mejor dicho, con sus emociones. Mientras mayor sea la dosis de euforia, indignación o alarma que sienta, más deberá desconfiar.
¿Qué puede hacer?
Antes de compartir esa clase de noticias, haga lo siguiente:
1 – Entre al enlace y lea todo el texto. No se limite al título.
2 – Compruebe la fecha. En el caso de revelaciones triunfalistas al estilo de «niño genio descubre la cura del Alzheimer», «encontrada la tumba perdida de Cleopatra» o «científicos británicos tienen la cura definitiva del cáncer», si vemos que las fechas de tales noticias son de más de un año, y aún estamos lidiando con el Alzheimer de la abuela o no se ha producido un boom turístico a Egipto para ver la dichosa tumba, ya podemos saber que no es cierto. Si la fecha es reciente, eche un vistazo a otros titulares de ese mismo portal. Encontrará muchísimos que se divierten en crear falsas expectativas o que juegan con los temores o los deseos de la gente.
3 – Busque información sobre el sitio o identifique su tendencia política. Hay webs manipulados por gobiernos específicos, como RT. Muchos que comparten noticias de ese portal desconocen que sus siglas significan «Russian Today». Tampoco saben que fue fundado por dos hombres fieles a Vladímir Putin: Mijaíl Yuriyevich Lesin, asesor del presidente y apodado «Bulldozer» por su capacidad para mantener bajo control los medios de comunicación, y por Alekséi Gromov, portavoz de prensa de Putin. Aunque, en apariencia, RT ofrece noticias variadas de todo el mundo, se especializa en manipular noticias políticas para crear estados de opinión global.
Tanto RT como Sputnik son actualmente agencias al servicio del gobierno ruso. Tras un informe entregado por agencias de inteligencia que mostraron datos precisos y específicos sobre la injerencia de RT en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, el Departamento de Justicia pidió que su oficina en ese país cumpliera con los requisitos de registro bajo la Ley de Registro de Agentes Extranjeros (FARA), donde los agentes extranjeros deben inscribirse como tales para seguir operando en territorio norteamericano. Las pruebas fueron tan contundentes que RT cumplió con la demanda para evitar acciones legales. En su cuenta de Twitter, la editora rusa reconoció haber cedido porque “entre un caso penal y el registro, elegimos este último».
Me he extendido en este ejemplo para que tengan una idea del cuidado que debemos tener cuando compartimos noticias, aunque parezcan provenir de fuentes profesionales.
Una vía rápida que puede identificar si estamos en presencia de un bulo es hacer una simple búsqueda en Google, colocando palabras claves del título y añadiendo «fake», «fact check», «falsa», «falso». Si se trata de una noticia de interés mundial, el 95% de las veces ya habrá portales que habrán identificado su confiabilidad. Es importante hacer la búsqueda con las palabras en ambos idiomas, porque suele haber más información en inglés que en español. Créame que hacer esto no le llevará ni diez segundos.
Pero si, de todos modos, usted sigue pensando que no tiene tiempo para verificar lo que lee, pues no haga nada. Y cuando digo nada, es nada. Esto incluye no compartir la información.
La verdad sobre el coronavirus… y otros bulos irresponsables
Hace poco, dos personas me enviaron un video titulado «La verdad del coronavirus». El video hablaba sobre su supuesta creación en un laboratorio del Reino Unido. Incluía el nombre de los científicos que lo habían creado, además de detallar un plan para crear bioterrorismo y contaminar países densamente poblados para vender vacunas creadas de antemano. Se acusaba incluso a una fundación benéfica de Bill y Linda Gates de conspirar para crear esa monstruosidad y hasta se daba el número del registro de propiedad de la invención del coronavirus, así como las fechas en que se habrían creado varios más, como el SARS, el ébola, la gripe porcina y la aviar, entre otros.
Una búsqueda en Google confirmó lo que sospechaba y me informó sobre otras cuestiones que desconocía.
Para empezar, no existe un virus único llamado coronavirus. Se le llama coronavirus a un grupo de virus que causan enfermedades respiratorias en humanos y en animales. El nombre de este grupo proviene de la apariencia en forma de corona que tienen todas esas cepas virales bajo el microscopio. Repito: no se trata de un solo virus, sino de una familia. Y desde hace tiempo se les ha estado investigando, igual que se investiga todo tipo de enfermedades. No se trata de algo nuevo.
También supe que las patentes correspondientes a estos virus –mencionadas en el video– no tienen nada que ver con su invención artificial, sino con la creación de sus secuencias genéticas. El secuenciado genético es un método de estudio para poder conocer la composición y estructura particular de una cepa con el fin de descubrir cómo combatirla. Por otro lado, la patente del coronavirus mencionada en el video pertenece a una cepa de coronavirus debilitada que podría usarse como vacuna para prevenir enfermedades respiratorias en animales. Así, pues, toda esta información absolutamente tergiversada se ha estado compartiendo por las redes sociales sin que sus difusores se hayan tomado el trabajo de investigar lo que repetían.
Cuando pregunté a las dos personas que me habían enviado el video si habían comprobado la información, antes de compartirla, sus respuestas me dejaron atónita. Ambos me dijeron que no tenían tiempo para comprobar todas las noticias que leían. Uno me aclaró que «ya se había acostumbrado a vivir con las mentiras propias y ajenas» y otro que «había pasado la noticia por si acaso era verdad». Y así vamos.
Digamos NO al reinado del terror
La plaga de las noticias falsas es mucho peor que la provocada por cualquier enfermedad, porque se trata de un mal con el que estamos contribuyendo a sabiendas de lo que hacemos.
Cuando usted aprieta el índice para compartir una noticia antes de comprobar que no se trata de un infundio, un chisme o una flagrante mentira, está ejerciendo una acción deliberada. No es como pegarle una gripe a alguien sin querer. En este caso, usted sí tiene el control de lo que hace y, por tanto, se está comportando como un criminal.
Si no tiene tiempo para comprobar que la información es cierta, hágale un favor al resto de la humanidad: NO LA DIFUNDA. Hacerlo es una irresponsabilidad social. Significa que usted es más insensible que las personas que crearon tales patrañas. Si no puede verificar lo que lee, no lo comparta. Ahórrele al mundo más ignorancia de la que ya existe.
Bravo por ti, Daína
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Gracias.
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Hola, Daína. Creo que es la tercera vez que escribo un comentario en tu blog. Soy cubano, como tú, y cuando niño me gustó mucho leer los libros tuyos que encontré. En parte por eso me gusta leer a veces, cuando tengo acceso a internet, cualquier cosa que escribas. El caso es que me gustó tu artículo, me pareció interesante y necesario y concido contigo en lo que dices. No obstante, quisiera aclararte algo que aunque es sólo un detalle pequeño dentro de lo que escribiste, no es tan así como quieres decir, porque evidentemente no debes de estar familiarizada con eso:
Los aymaras no son gente tribal, ni viven todos en pueblos apartados en el altiplano, con sus llamas y sus tradiciones. Mi madre era boliviana. Yo fui a Bolivia en tres ocasiones, la última en el 2014. En La Paz hay muchos, muchos aymaras que viven muy modernamente, pobres o no, y que tienen acceso a internet a través al menos de los múltiples y pequeños sitios privados que hay para conectarse por muy poco dinero, aunque la conexión es mala. Lo que te quiero decir es que en el caso de ellos, te digo que no están tan distantes de internet, y por tanto pueden difundir lo que llamas virus de la desinformación tan bien como tanta gente que puede conectarse en el planeta.
Un gran saludo.
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Gracias por tu comentario. Sé que no todos los grupos o descendientes de los pueblos andinos originales viven totalmente aislados. Entre los uros del lago Titicaca, que también menciono, hay algunos que se han incorporado al «modus vivendi» occidental. Pero siguen siendo minorías que apenas inciden en las redes, hablando en términos globales. Su huella virtual es prácticamente nula, si se la compara con lo que se considera mundo desarrollado (sea Occidente u Oriente), que es el verdadero causante y promotor del desastre desinformático actual. Gracias por seguir en contacto con este blog. Saludos.
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Excelente escrito. Muy informado, muy necesario y muy justo. Gracias Daina
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Muy importante recordar este tipo de cosas de vez en cuando, gracias
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¡Excelente artículo! La de veces que veo esas noticias, que claramente son falsas, cuando no absurdas, en las páginas de amistades…¿y puedes creer que me da pena decirles que son falsedades porque sé que lo hacen con buena intención? Me llevo tu post a Facebook corriendo y volando.
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