No acostumbro a ver muchas series de televisión, pero de vez en cuando descubro algunas joyas. La más reciente de ellas es Grimm, cuya primera temporada acaba de concluir en Estados Unidos. Inspirada muy libremente en los cuentos de los hermanos Grimm, sus guiones usan elementos de los conocidos relatos para crear tramas sorprendentes.
Quienes han leído los cuentos de hadas clásicos (Perrault, Andersen, Grimm) en sus versiones originales, saben que estos tienen poco que ver con las edulcoradas ediciones que suelen contarse a los niños. La mayoría de esos relatos son verdaderas historias de terror, que uno creería más apropiadas para adultos. La serie Grimm respeta el espíritu y la atmósfera de los originales, aunque adaptados a la época actual.
Su premisa es la siguiente: un joven investigador y su colega se ven implicados en casos criminales, cuyo desarrollo y desenlaces son muy poco convencionales –como si dijéramos, una especie de Expedientes X del género policiaco. El joven investigador, quien es descendiente directo de los famosos Grimm, descubre que posee una cualidad muy especial, común a los miembros de esa familia, que será una ventaja a la hora de resolver los casos y una maldición para su vida personal.
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